martes, 22 de diciembre de 2009

II

Era una de esas pequeñas tiendas de ropa, donde lo que cuesta es el nombre de la marca. Un agradable frescor de aire acondicionado contrastaba con el abrasante exterior. A mí, todo me parecía demasiado gris y demasiado caro, sólo acompañaba a un amigo. Una colorida fotografía llamó mi atención: una veintena de personas sobre -un verdísimo- pasto, componiendo con sus cuerpos -de marca- el conocido símbolo de paz, -muchas veces malinterpretado como el símbolo hippie- el círculo partido por la mitad con dos diagonales perpendiculares cruzándolo. La paz, ¡qué bonito concepto! ¡qué colorido y qué alegre resulta! sobretodo, -pensé- si estás en una tienda con aire acondicionado, sobretodo si tu pagas felizmente tus impuestos para que alguien más se ocupe de hacer el trabajo sucio; sobretodo si no tienes que entenderla, o creerla, sobretodo si tu puedes comprar una bonita corbata e irte tranquilamente a tu casa, mientras un niño muere en áfrica de inanición, que fácil resulta hablar de paz entonces, sobretodo si con eso vendes.



Luego pensé que exageraba, ni la miseria ni la mediocridad son tan sencillas después de todo.

1 comentario:

  1. Raro encontrar a alguien que reflexione así y no caiga víctima del consumismo excesivo. ¡Que ojos los que tienes en el alma! Me queda claro que eres de los pocos que no tienen la venda sobre los ojos.

    ResponderEliminar

Seguidores