sábado, 12 de marzo de 2011

mayúsculas

no es mi culpa que este cuento no tenga minúsculas, no hay qué hacerle, no encuentro minúsculas por ninguna parte; ya busqué en todos lados, en los cajones del escritorio, en los viejos baules de mis padres, incluso revolví de arriba a abajo toda la cocina buscando alguna mayúscula que ponerle a este cuento, pero todo fue en vano. ya se sabe que escribir no deja dinero, apenas para comer y pagar la renta con lo que saco de las notas en los periodicos, mucho menos para poder permitirme mayúsculas o lujos semejantes. el agricultor me dijo que las cultivara. golpeado por tan genial idea que -¿por qué demonios no?- se me había ocurrido, fuí corriendo a mi estudio y agarré toda letra que pude encontrar, luego saí al parque de enfrente (mi casa no tiene jardín) y cavando hoyos de cualquier manera, enterré todas mis minúsculas bajo el pasto húmedo. cuando estaba terminando de plantar mi última pé llegó un policía a decirme que qué creía que estaba haciendo, le expliqué el terrible aprieto en el que me encontraba y me pidió mi licencia para plantar minúsculas, le dije que no tenía y me arrestó por sostener una plantación ilegal de mayúsculas y por sospecha de bibliotráfico. mis alegatos fueron inútiles, el juez me condenó a seis meses de cárcel. al menos me quedaron unas pocas letras en el bolsillo con las que escribir en las paredes de la celda.
ayer me liberaron, caminé hasta mi casa y me acordé de las minúsculas que había plantado en el parque. al principio no vi nada, hasta que, agachándome, descubrí una, y luego muchas delgadas briznas negras compuestas de pequeñísimas Es o Pes o eSes. y en los agujeros en los que había dejado caer más letras por accidente, éstas se habían ordenado en los filamentos y las membranas de la hoja y formbaban ahora pequeñas palabras. con un nudo en la garganta, orgullosísimo, me subí al apartamento, a esperar a que fueran creciendo árboles de palabras frente a mi ventana.

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